Hoy quise hacer un peinado con trenzas cruzadas, que ya había hecho hace algún tiempo y me apetecía volver a intentarlo.
Este peinado gusta mucho, es sencillo, pero con un efecto bastante vistoso.
Como no me gusta hacer los peinados siempre iguales, decidí hacer las particiones laterales con el inicio de trenza espiga, en vez de hacer directamente la trenza sencilla, así que me demoré un poco más.
Cuando ya tenía hecho el lado izquierdo, miré la hora y cuál fue mi sorpresa al darme cuenta de que me quedaba poco tiempo, miles de pensamientos pasaron por mí cabeza: se me va a hacer tarde, todavía no he peinado a la pequeña, por qué me meto en estas complicaciones, con una coleta acabo antes ¿qué puedo hacer?, en fin, infinidad de ideas que no sirven de mucho, salvo la siguiente:
Se me ocurrió que del lado derecho le podía hacer tres particiones iguales que las del izquierdo, pero de coletas. Vale, ya tengo salvada una parte, ya ahora ¿cómo lo finalizo? tic tac, tic tac, tic tac, el tiempo pasa….., de nuevo varias ideas y…..
Lo tengo, voy a coger cada coleta y darles vueltas sobre sí mismas para que me queden en forma de rulo. Lo sé, no es una trenza, pero puede servir. Bien lo estoy consiguiendo.
Para terminar hago el entrelazado que ya había hecho en la anterior ocasión y lo termino con dos coletas. Una vez más, el reto está conseguido y aún tengo tiempo de hacerle la coleta a un lado que tanto le gusta a mi hija pequeña.
Cuando vi el resultado, me dije «pues no ha quedado nada mal». Uno sabe como empieza un peinado pero no como lo termina.
Me produce una gran satisfacción cuando realizas un trabajo, que aunque no sea el que has pensado inicialmente, haz tenido la capacidad de improvisar y salir adelante con éxito y en algunos casos como éste el acabado resulta incluso mejor.
Me anima a seguir investigando, creando y como no, haciendo felices a mis peques, que nunca hay que olvidar que son las protagonistas de estas historias.
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